Es un lugar presente en el ideario colectivo de los hombres. Todos hemos pensado alguna vez en la posibilidad de perdernos una temporada en un pueblo abandonado; fuera de rutas y cerca de un río siempre vivo, de abundante vegetación y con la proximidad de los animales salvajes bordeando las casas.
Esa aldea existe, se llama La Avellaneda y la encontramos en el valle medio del río Ibor. Se asienta sobre un cerro que cae en el río, a modo de los castros antiguos, aprovechando la corriente limpia del Arroyo del Horcajo que continúa el foso por el flanco sur.
Alejado convenientemente para no sentir la atmósfera húmeda de la rivera y lo suficientemente profundo, entre sierras, para no exponerse a los malos vientos. Sin lugar a dudas, disfruta un entorno ideal para la vida
A pesar de llevar despoblado mas de 500 años, es un sitio que se resiste a desaparecer totalmente como lo han hecho otras muchas aldeas.
Apenas se mantienen en pie una veintena de casas; otras tantas están en ruina grave y del tercio restante sólo vemos las paredes destruidas en mayor o menor medida.
La Avellaneda nunca fue un lugar de mucha gente; en sus mejores momentos se le puede suponer una población de trescientas escasas almas.
El último intento de repoblación conocido es de 1811, pero no se llega a realizar. Desde entonces muchas ideas y pocas inciativas para este rincón del Valle, su futuro quizás esté ligado al de toda Extremadura.
Los intentos de explicar su despoblación atribuyen a un ataque de termitas la huida general a Castañar de Ibor.
Incluso hay quien mantiene que el origen del propio Castañar está en el final de la Avellaneda.
Lo que si se puede afirmar es que éste, es uno de los núcleos importantes de población de todo el valle del río Ibor que por azares de la historia a quedado en el recuerdo.
Hubo momentos en que este era el punto de referencia para todos los habitantes del valle; sobre todo en los primeros momentos de la reconquista.
El caso es que los primeros testimonios que se conocen hasta la fecha están datados en 1294. Es un documento de cesión a Talavera de tres dehesas, una de ellas es la de Castrejón de Ibor, que por entonces englobaba los actuales términos municipales de Castañar de Ibor y Navalvillar de Ibor.
Casi todas las construcciones son de pequeño tamaño. Las viviendas muy sencillas; pocas se atreven a alzar la segunda planta. Las paredes suelen ser gruesas, de pizarras y tierra conformando un fuerte caparazón. El techo se cierra con una armadura de vigas de castaño, luego una manta de finos troncos de retama que servirán de soporte a la teja.
Destaca sobre todas las casas, la iglesia de San Miguel Arcángel, emplazada en uno de los extremos. La nave es modesta, de forma rectangular con orientación este – oeste. El ábside remata por el primero y una bella espadaña ve ocultarse el sol.
Está en proceso de reconstrucción, paneles enteros se han tenido que levantar de ladrillo, pero la mayor parte resiste ya muchos siglos. La puerta está orientada al sur, que es el lado mas castigado.
El interior es muy modesto. Las paredes encaladas de blanco y la estructura de maderas en el techo dan un tono pintoresco al conjunto que lo hace agradable a la vista
Antes había un Cristo de gran valor artístico. Es una talla del Siglo XVI que podemos visitar en la iglesia de Castañar. En su honor se realiza la Romería del Cristo de la Avellaneda en Mayo.
Todo el pueblo se desplaza a la alquería demostrando un sentimiento que está marcado con letras de oro en el corazón de Castañar.
Marcados en sus muros podemos observar algunas cruces, puntos y restos de un artístico esgrafiado.
También se pueden observar numerosas construcciones de carácter agrícola y ganadero; la mas curiosas son las zahúrdas; casas de cerdos que aquí son de base cuadrada y cerrada con cúpula de piedra aterrada.
Algunas son en forma de nave rectangular. En ambos casos llamarán poderosamente nuestra atención; se sitúan en los caminos que salen de la población y son auténticos barrios de animales donde además del cerdo, había gallinas, gatos, perros, cabras…
El espacio inmediato se dedica a cultivo de huertos, hoy todavía vemos algunos en producción. Los frutales dan color y complementan la despensa natural.
Si vas con tiempo merece la pena bajar al río y disfrutar de todos los atractivos que tiene. Acercarnos a la orilla y tratar de encontrar peces, nutrias o ranas; o recrearnos en las muchas postales que ofrecen los bosques de alisos, fresnos, olmos.. o simplemente, escuchar la naturaleza…
Fotografías de la Avellaneda
Fotos de Circaetus
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