De
cuatro y cinco generaciones recuerda la memoria familiar una ancestral dedicación
guadalupense. La tradición cuenta que se inició cuando pusieron
las puertas de cobre del Monasterio. A raiz de tal acontecimiento y por la gran
necesidad de los productos de este material se genera una industria que todavía
cuenta con varios talleres locales.
Muchos
objetos conservan los arquetipos utilizados desde la Edad Media, sobre todo
el jarro que reposaba al lado del fuego siempre con agua caliente,
y el cántaro para el agua fría. Vemos además calentadores,
cazos, la caldereta para la leche, la chocholatera, el
pote...
Aunque
la inmensa mayoría de las obras de arte son réplicas de otras
antiguas, queda espacio para la innovación, la imaginación y el
saber de los maestros artesanos que nos sorprenden con sus acabados, creativos
y modernos detalles de buen gusto.