Por Miguel Urbina Gomez
Fauna
Protegida por lo inaccesible de gran parte del territorio y defendida por la espesura del matorral y el bosque, la fauna es otro de los valores impagables de esta tierra. Si diverso es el paisaje y diversa la flora, la fauna tiene que ser necesariamente diversa.
Junto a los más modestos representantes vamos a encontrar especies de gran interés, ya sea por su valor cinegético o su valor ecológico.
Entre los primeros hay que citar al omnipresente jabalí, habitante de cada valle y cada sierra, son memorables las monterías que en el coto social o los cotos privados hacen las delicias de los monteros locales y de otros venidos de todos los puntos del país. El jabalí es visitante nocturno de parcelas linderas con el bosque y su audacia y su hambre le llevan a invadir territorios lejanos cultivados por el hombre, que le acecha en aguardos nocturnos para evitar el daño.
El venado prefiere el bosque abierto. Aunque cualquier época del año es propicia para el avistamiento, será en el principio del otoño cuando los machos reclaman a las hembras con el fin de reunir el harén más numeroso posible. En esas fechas oiremos su potente bramido al atardecer y podremos observar las peleas de los machos rodeados por decenas de hembras dispuestas a dejarse cortejar por el vencedor. Además de en montería, como el jabalí, los mejores venados son abatidos en rececho, resultando una de las especies más rentables económicamente para los gestores de caza.
El corzo es nuestro cérvido más pequeño y posiblemente uno de los animales salvajes que mejores momento puede depararnos en los paseos por la sierra. Su situación en plena expansión y su carácter hacen que sea relativamente fácil observarle en el claro del bosque. Si se percata de nuestra presencia huirá a grandes saltos al tiempo que emite una especie de ladrido que se va perdiendo según se aleja.
Las orillas de los ríos nos enseñan las huellas y señales de la nutria fantasmal que nuestro ojo difícilmente verá. Ese espectáculo queda para el martín pescador que acecha sobre las aguas cristalinas y para otros cientos de PAJAROS que ponen fondo musical a nuestras excursiones.
Sobre todas las voces podremos distinguir a principios de primavera la del águila real en sus vuelos nupciales en las proximidades de la pared cuarcítica donde cuelga su nido; al levantar la vista para verla no es extraño descubrir a sus vecinos de nido y vuelo: buitres leonados y negros que giran buscando la térmica que les eleve o el raro alimoche que andará cerca para no perderse el festín que todos esperan.
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