Cañamero, el Pueblo del Vino.
Cañamero, en los tiempos ancestrales era puerta de lo imprevisible, último paso antes de adentrarnos en las mismas entrañas de muchos misterios.
Espacios desconocidos, nunca aprendidos del todo por ser humano alguno. Enigmas que la historia de la tierra y de los hombres han mantenido ocultos a lo largo de los tiempos.
Desde siempre la Villa fue lugar de avituallamiento y jolgorio; de respiro y desde luego… de gozo. Los caminantes paraban en este lugar antes de aventurarse por los recónditos pasos que llevaban a Toledo.
Después de encomendarse a su Dios, levantaban el vaso de vino brindando por la suerte que se les avecinaba; muchas veces temerosos y siempre sacando lo mejor de sí mismos.
Hoy, caminante, puedes acercarte y parar sin miedo; degustar nuestros caldos con tu mejor sonrisa: tendrás de todo para vivir tu mejor momento y sencillamente…. disfrutar.
Cañamero se sitúa al sur-este de la provincia de Cáceres, en un valle circundado de dos sierras y junto al paso que nos adentrará en el corazón del Geoparque Villuercas Ibores Jara.
Reúne un conglomerado de tierras muy dispares en las que se mezclan las dehesas de encinas en apacibles llanos con las impresionantes y casi verticales paredes de las Quebradas que llevan sus alturas hasta las mismas cumbres del pico Villuercas; complicados desfiladeros de picachos que parecen nunca acabar, se turnan con el aplomo de las rañas en el Puerto Llano.
Esto ocurre en los escasos kilómetros del término municipal. Son vecinos de Berzocana, Guadalupe, Alía y Logrosán.
Todo está cubierto de una exhuberante vegetación que envuelve el aire de aromas siempre gratificantes. Una increíble fecundidad invade cada rincón; todo parece crecer en cualquier parte y en todos sitios su fauna salvaje te sorprenderá por su variedad y abundancia.
Las fuentes manan lo suficiente para satisfacer las necesidades de muchos pueblos cercanos y aún queda para embalses y piscinas naturales. Estamos en el umbral de la España húmeda, mas al sur, sólo los grandes ríos mantendrán sus corrientes vivas todo el año. El pantano del Cancho del Fresno es de postalita, entre sierras, asegura caudal para charcos y piscinas.
Las huellas del hombre antiguo nos llegan desde la práctica totalidad del término. En las rañas se sitúan los yacimientos mas remotos, 200.000 años mas o menos, pero de alguna manera, los datos se empiezan a amontonar a partir de la edad del Bronce.
En forma de escritura encontramos grabados de viejas letras en alfabetos ibero-tartésicos. Aquí comienza una notable presencia histórica que no cejará en manifestar su singular identidad.
En Cañamero se encuentra uno de los grupos de pinturas rupestres más importantes del occidente peninsular. Casi todas se sitúan en la margen derecha del río Ruecas, en las umbrías de las Sierras de la Madrila y el Pimpollar, aunque también las hay en la Sierra de la Madrastra.
En estas pinturas, la imaginación se desborda en mensajes y escenas vividas hace miles de años: caza, familia y tribu parecen ser los motivos frecuentes.
Se esconden casi siempre en grutas abiertas con objetivos mineros. Estan dispersas por la base de los riscos principalmente. Puede invadirte la curiosidad y recorrerlos… aún quedan muchas por descubrir.
Antaño un castillo en lo alto velaba por la difícil seguridad del territorio. La ascensión puede resultar enriquecedora. Arriba, los cimientos todavía nos ayudan a ver la fortaleza antigua junto a importantes yacimientos de pinturas rupestres e interesantes restos mineros antiguos.
Originalmente el pueblo estaba en los barrios mas bajos, alrededor de la Plaza de la Villa Vieja.
Numerosas Villae de épocas romanas aparecen en la cercanías; el tiempo ha llevado la urbe hacia arriba y como siempre: siguiendo la ruta caminera del tiempo que vive.
La iglesia es muy modesta, esta dedicada a Santo Domingo. Destaca su curiosa torre; cuadrada en la base y con un remate octogonal muy vistoso. Sus orígenes se pierden en el tiepo, pero casi con toda seguridad existía ya en 1220 cuando se tienen las primeras noticias escritas del pueblo. Entonces, las crónicas ya hablan de su existencia, de su castillo y de moros, cristianos y judíos.
De las cinco ermitas que había sólo quedan dos: la de Belen y la de Santa Ana, en el camino de Guadalupe y de Trujillo respectivamente. Esta última de base cuadrada con contrafuertes en las esquinas y remate en espadaña.
La ermita de Belén está escrita con letras de oro en el corazón de Cañamero. Se sitúa a tres escasos kilómetros del pueblo, en lo más profundo de un hoyo formado por el Ruecas y en el borde del término cañamerano. Se distingue por su torre octogonal, como el remate de la iglesia. A ella se concurre en romería dos veces al año.
Con la reconquista cristiana de las Tierra de Trujillo en 1232 llega la familia Monroy que se hace cargo del territorio. Muy pronto la realeza descubrirá esta tierra que se convierte en el lugar de recreo preferido de las monarquías de España. El el siglo XIV será Alfonso XI quien pae sus mejores momento cazando; es el tiempo del descubrimiento de la Virgen de Guadalupe.
En 1544 se independiza del poder provincial de Trujillo pasando a ser Villa Real. Ya antes se había mandado destruir el castillo, pues abandonado, servia de refugio de las bandas que operaban en los montes.
De entonces hasta principios del siglo XX todo sigue sin cambios aparentes en la vida de un pequeño pueblo rural, autosuficiente, sin alardes, pero también sin prácticamente necesidades. En los años 20 del siglo pasado la historia dará un empujón que todavía hoy se siente: aparecen los “lotes”, parcelas que se hicieron para la gente del pueblo, una iniciativa del entonces Instituto de Colonización y el Marqués de la Romana. Se dibujaron parcelas de 3 a 4 hectáreas y las repartieron entre los vecinos de la localidad a condición de que los mantuvieran siempre en producción.
De esta manera, la población cuenta algunos recursos, para afrontar con éxito los retos de un mañana en el que tiene más valor la tierra . Las producciones de miel, así como las de olivos, higueras y cerezos encuentran fácil salida en unos mercados deseosos de las calidades que nos ofrecen los productos naturales; como en el caso de la Denominación de Origen Miel de la Villuercas Ibores o del Queso Ibores. También de destacar la tradicional repostería cañamerana, heredada de antiguas recetas.
El vino es otro de los aspectos importantes en la localidad. Cada vez se extiende la fama de buenos caldos que ya tienes de antiguo. Las pitarras caseras alcanzan la mas altas cotas en el paladar, las bodegas no dan abasto, ahora tienen el punto de mira en el mejora de la calidad que siempre han presentado.
Pero sin duda, el gran patrimonio que tiene Cañamero es su gente: ellos y su esfuerzo son los artífices del crecimiento que experimente la población que lucha por sobrepasar los 2000 habitantes, dando a los suyos alternativas a la casi segura emigración.
Así se abren nuevas expectativas: el Turismo Rural se desarrolla con fuerza; después de Guadalupe es la población con mas capacidad de alojamiento (hotel, hotel rural, casas rurales, algbergue. Muchas rutas de senderismo, 4×4, deportes acuáticos..
Los recursos ofrece la tierra; tanto fluviales, agrícolas o ganaderos cada vez están mas organizados en cooperativoas, viveros o granjas.
La reciente declaración del Geoparque Villuercas Ibores Jara viene a confirmar la existencia de un espacio original, puro y con las multitud de recursos y declaraciones de protección medioambiental. Como la ZEPA, zona de especial protección de aves, Camino de Peregrinación a Guadalupe, Camino Natural de las Villuercas, que viene desde Don Benito hacia la Jara toledana o la famosa Ruta de Isabel la Católica.
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