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Doña María de Meneses y Orellana, María del Niño Jesús en Religión aunque no vivió ni fundó convento, Renunció a la herencia y casa de sus padres repartiendo sus bienes entre los pobres y su hermano. Se retiró a una casita estrecha inmediata a la Iglesia y después de su muerte el pueblo no permitió que entrase otro morador convirtiéndose en la ermita del Niño Jesús.
Su fiesta comenzó en vida de la Beata que la instituye por orden de los Ángeles en conmemoración de su propio nombre. De mil maneras se agenciaba dinero para comprar pan y frutas que daba en vísperas como limosna hasta a los mismos ricos que se colaban en la fila de los pobres.
Se decía que aunque fuese poco el pan que tenía previsto lo multiplicaba Dios y sobraba, caso que se tuvo por milagroso y por ello muchos guardaban como reliquia el bollo de pan que no se corrompía y muchas veces sanaba cualquier mal.
Nuestra Beata preparaba y adornaba una imagen del Niño Jesús que tenía puesto sobre un pequeño altar junto a sus andas. Después de repartir la limosna y con una gran cohorte de niños y niñas ataviados con sus banderas picas y alabardas, danzaban cantando unas coplas a las que respondían los fieles asistentes.
En los remates del pequeño altar estaban escritos el nombre del Niño Jesús junto al de todos los niños del pueblo que asistían en tan celestial diálogo. Seguidamente se trasladaba la imagen a la Iglesia en una procesión muy peculiar cuya crónica dice: "No en forma de procesión". Se colocaba en el Altar Mayor cantándose las Vísperas con toda solemnidad mientras danzaban los niños. Al día siguiente misa y sermón oficiados por frailes de Guadalupe que acudían expresamente todos los años y a los que el cura propio de Berzocana permitía.
No sabemos hasta cuando duraron estas celebraciones que se siguieron haciendo después de muerta la Beata con el patrocinio de sus parientes.